Marcelo Desvalls, dueño de la finca Viladellosp, lo tiene muy claro, «lo importante es que el que pasa (por la vida) no destroce», de esta manera crea un ecosistema colaborativo y de buenas prácticas entre sus vecinos. «Dejo que el pastor tenga a sus ovejas en mi campo, me lo limpian y una vez al año me regala un cordero», comenta señalando todo el pelo blanco que hay enganchado a las viñas y el suelo aplastado por el paso de los animales. También «dejo que el apicultor de la zona cuide el entorno con sus abejas, y luego tengo miel», añade.
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